En realidad es una falsedad llamar casa a la Rucksack Haus, no se concibió como tal aunque tenga la estructura de un habitáculo colgante.

Es una escultura del artista alemán Stefan Eberstadt y fue colgada de la fachada de un edificio industrial de Leipzig, Alemania en el 2004. En el 2006 se trasladó a Colonia donde fue amarrada a un edificio de apartamentos.

Se trata de un cubo vacío suspendido por cables de una fachada de dimensiones 2,50 x 2,50 x 3,60 m con varios huecos abiertos en su estructura y que bien podría servir para alojar a una pareja con pocos muebles.


La idea de esta obra reivindicativa, le surgió al autor, al percatarse de las claustrofóbicas condiciones de vida en mega urbes como Londres o New York, donde las personas malviven en pequeños apartamentos, con una o ninguna ventana al mundo exterior.

El proyecto de este artista se inscribe dentro de una iniciativa más amplia llamada Talking Cities en la que 35 artistas de distintos países buscaron soluciones creativas, más o menos practicas, para la reactivación de los espacios marginales, residuales y públicos de nuestras ciudades contemporáneas.

Lo he leído en Move your mind donde uno de sus lectores dice: "Los habitáculos parásito pronto se convertirán en una realidad habitual, y ya es hora… cuántas fachadas y azoteas hay desaprovechadas por el mundo.¡Fuera complejos inútiles y modelos costumbristas!". Yo estoy totalmente de acuerdo con él, sólo me preocupa que en este caso aguante bien el viento.


Otra de las obras que me ha llamado la atención en este proyecto es la solución de Tobias Lehmann & Floris Schiferli para mejorar las condiciones de vida de los ocupa.

En su Nohotel proponen, con el mínimo uso de materiales, dependencias unipersonales, para instalar en edificios abandonados. En estas casas temporales, las necesidades básicas de habitabilidad estarían cubiertas y además muy importante para la vida nómada de sus ocupantes, serían fácilmente transportables.

La imaginación al servicio del aprovechamiento de los espacios urbanos. La pena es que cualquiera de estas iniciativas (por lo menos en España) quedaría sepultada por las normativas y burocracia de los ayuntamientos.

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